Los japoneses desconfían de sus alimentos

Los japoneses desconfían de sus alimentos, es algo inevitable teniendo en cuenta los peligros asociados a los niveles de radiación, si han de elegir, prefieren consumir productos de importación o locales pero muy alejados de las zonas de exclusión.

A través de este vídeo podemos conocer un poco mejor la percepción que tienen los japoneses de sus alimentos, desconfianza, temor… sospechan que los productos no son seguros. Ya han pasado dos años desde que se produjeron el terremoto y el tsunami en Japón, recordemos que estos fenómenos fueron causantes de los problemas que sufrieron las centrales nucleares Fukushima I y II, y en consecuencia se produjeron los altos niveles de radiación. Las autoridades japonesas han asegurado que fuera del perímetro de seguridad creado en torno a las centrales nucleares, la contaminación radioactiva es reducida y no existen riesgos de seguridad, pero muchos ciudadanos cuestionan esas declaraciones, no creen lo que su Gobierno les asegura.

Los japoneses desconfían de sus alimentos, en los supermercados se pueden adquirir productos locales que se han cultivado fuera del perímetro de seguridad y alimentos de importación. Los responsables de las tiendas de alimentación y los agricultores creen que sus productos son totalmente seguros, indicando que el control que se realiza sobre los alimentos es muy exhaustivo, siendo el país con las normas más estrictas del mundo en lo que respecta a radioactividad en los alimentos. Siendo además parte interesada, aseguran que la comida local es mucho más sabrosa y ellos la consumen, verduras, frutas, arroz… Pero a pesar de las normas de seguridad alimentaria con límites de seguridad mucho más estrictos que los estándares estadounidenses o europeos, la desconfianza de la población se mantiene.

En este pequeño reportaje de The New York Times preguntan a algunos consumidores acerca de lo que opinan sobre los alimentos del país, la respuesta es clara, no se sienten completamente seguros, comprarán productos locales si esa es la única opción que tienen, además dentro de la localidad parece que prefieren adquirir aquellos alimentos que se han producido mucho más lejos de las zonas de exclusión por radioactividad. Una prueba de la desconfianza de los japoneses hacia los alimentos locales es la caída de las ventas de alimentos en la zona de Fukushima, zona en la que están presentes las centrales nucleares Fukushima I y II, de nada ha servido que el Gobierno del país ofrezca garantías de que son alimentos seguros.

Otros consumidores creen que quizá no existe un riesgo inmediato pero presienten que se les está ocultando algo, quizá sean riesgos a largo plazo y por ello temen por sus hijos, a pesar de que se dice que no hay riesgos ni radiación, no se lo terminan de creer. Los agricultores explican que desde el Gobierno se comunicó que la radiación no se estaba extendiendo y que no había nada que temer, posteriormente se les comunicó que en la zona había una lectura elevada de radiación. Los alimentos que producen los agricultores no los quieren los consumidores locales, muchos son enviados a Tokyo y como el Gobierno indica que son seguros, allí son consumidos con menos recelo. No obstante, la población argumenta que algunos hechos no hacen más que reforzar la desconfianza e inseguridad, aparecen nuevos casos de cáncer, algunos se confirman y otros no, hay personas que creen que existe una conexión directa entre los alimentos locales y el aumento del número de personas que padecen cáncer, deberán pasar algunos años para que lo que ahora son sospechas, se confirme.

El resultado es inevitable, la confianza de los japoneses se ha reducido a una cuota bajo mínimos, no creen en el Gobierno ni en las administraciones u organismos de salud, siendo el nivel de confianza más bajo del mundo industrializado. Los agricultores son conscientes del problema, pero indican que son dueños de las tierras y viven de ellas, no pueden abandonarlo todo y marcharse, por ello se esfuerzan en creer que realmente pueden vivir y comer lo que producen sin temor, aunque la realidad es que no saben qué hacer ni a quién creer.

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