Los pollos procesados estadounidenses viajarán 22.500 kilómetros

Con el propósito de ahorrar costes, en Estados Unidos se planea enviar parte del pollo que se produce en el país a China para su procesado. Posteriormente, el pollo volvería a Estados Unidos para ser comercializado en subproductos, nuggets, sopas, etc. O sea, que los pollos procesados estadounidenses viajarán 22.500 kilómetros. Será rentable, pero el coste energético y medioambiental será enorme.

Pollos de Estados Unidos

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) tiene la intención de permitir que los pollos que se producen en Estados Unidos sean enviados a China para su procesamiento y posteriormente, sean devueltos a Estados Unidos para su comercialización. Es un viaje que supera los 22.000 kilómetros, pero ¿es rentable?, ¿se ha tenido en cuenta el gasto energético y el volumen de gases contaminantes?

Los pollos procesados estadounidenses viajarán 22.500 kilómetros para ahorrar costes de producción, los pollos se procesarán y se convertirán en todo tipo de subproductos alimentarios, nuggets, sopa de pollo, etc. A todo esto hay que añadir que el país que se encargará de procesar los alimentos tiene un peligroso historial en materia de seguridad alimentaria, y para redondear la jugada, de todo esto no tendrá conocimiento el consumidor estadounidense, ya que no existe obligación de etiquetar los alimentos procesados recibidos de China.

La verdad es que es algo difícil de creer y lo cierto es que no se habrían enterado los consumidores estadounidenses de no ser por la petición realizada en Change.org, en ella se han recogido miles de firmas en contra de esta maniobra. El USDA tiene la intención de permitir a cuatro empresas chinas procesar aves de corral criadas y sacrificadas en Estados Unidos, Canadá o Chile, para luego enviar de vuelta los productos derivados. Los consumidores nunca sabrán si comen pollo procesado en el país o en China, como hemos indicado, no será necesario etiquetarlo. Además, estos alimentos podrán ser incluidos en el Programa Nacional de Almuerzos Escolares y otros programas de nutrición infantil, teniendo en cuenta el historial de escándalos alimentarios, sería cuestión de dejar de comer pollo que no indicara su origen y lugar de procesamiento.

Algunos empresarios y organizaciones aseguran que esta acción no es viable económicamente, así lo explicaba el portavoz del Consejo Nacional del Pollo en este artículo publicado en Houston Chronicle. Cuenta que una empresa china tendría que comprar el pollo congelado a Estados Unidos, enviarlo a su país a una distancia de algo más de 11.200 kilómetros, descargar la mercancía, transportarla a la planta de procesamiento, cortar, cocinar, congelar, envasar, empaquetar y de nuevo transportar a Estados Unidos. El portavoz aseguraba que no tenía sentido y que no comprendía cómo alguien podría obtener beneficio de semejante operación.

La verdad es que tiene sentido económico, se puede poner como ejemplo lo que ocurre con el pescado o marisco estadounidense, en la publicación digital de Seattle Times explican que los procesadores del noroeste del país envían parte de sus capturas, salmones de Alaska y cangrejos Dungeness (variedad que habita en la costa oeste de América del Norte) a China para su procesamiento, posteriormente son enviados a Estados Unidos, esta operación reporta un ahorro significativo de costes. En el caso del salmón, Charles Bundrant, fundador de Trident Seafoods, una de las mayores compañías estadounidenses dedicadas a la pesca y procesamiento de productos marinos, explica que la mejor manera de eliminar las espinas del salmón es a mano, y que lo que cuesta en Estados Unidos un dólar, en China supone una quinta parte.

Los costes laborales son significativamente inferiores en China y a pesar del gasto que supone el transporte de la mercancía y los miles de kilómetros que debe viajar, el fundador de Trident Seafoods asegura que compensa. Teniendo esto claro, es fácil deducir que si se tiene la misma intención con el pollo es porque se obtiene beneficio seguro. En Estados Unidos se pagan unos 11 dólares la hora en las plantas procesadoras avícolas, en China un trabajador gana una media de 326 dólares mensuales, lo que supone 1 dólar por hora de trabajo, la diferencia es bastante obvia.

Por tanto, el mismo modelo que se emplea con salmones y cangrejos se puede seguir con la carne de pollo, tiene todo el ‘sentido económico‘ del mundo, aunque no lo tiene a nivel medioambiental, coste energético o puestos de trabajo para los habitantes del país. Son varias las razones por las que los consumidores estadounidenses deben preocuparse y oponerse a este tipo de maniobras. Por ello se solicita que este tipo de alimento procesado no se incluya en los planes alimentarios infantiles antes mencionados, así como en otros programas de ayudas alimentarias, y que se evite que las aves criadas en China puedan ser exportadas a Estados Unidos. Esta última petición guarda relación con los escándalos alimentarios chinos, se teme que puedan enviar carne contaminada, en mal estado, etc.

Según leemos aquí, de momento 14 miembros del Congreso ya han apoyado públicamente estos objetivos en una carta abierta a la Comisión de Asignaciones Agrícolas. De todos modos, aunque los dos puntos solicitados se aprueben, hay que denunciar e ir en contra de estas prácticas, no se habla de globalización alimentaria, esto va más allá, ya no se trata de exportar alimentos a otros países, sino de hacerlos viajar dando la vuelta al mundo para volver al punto de partida. ¿Cómo encajaría esto en el informe de Alimentos kilométricos de Amigos de la Tierra?

Foto | Jlastras

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