Comprar con hambre provoca que se compre más de todo

Varias investigaciones demuestran que salir a comprar con hambre no es buena idea, ya que terminamos comprando además de la comida, más artículos no alimentarios. Según explican los expertos, la sensación de hambre se convierte en el mensaje «lo quiero» en el cerebro.

Investigación sobre el hambre

Parece lógico que comprar con hambre provoque que queramos comprar más comida, de hecho, algunos estudios así lo demuestran. Quizá lo que sorprenda es que también provoca que se compren más artículos no alimentarios, productos que no pueden saciar el hambre, según los expertos de la Universidad del Sur de California y la Universidad de Minnesota, podemos gastar hasta un 60% más de lo previsto en productos que nada tienen que ver con la alimentación. Comprar con hambre provoca que se compre más de todo y juega en contra de los consumidores, no sólo van a comprar más comida, también otros artículos que quizá no necesiten y la razón de ello es que el cerebro nos juega una mala pasada.

Los investigadores han descubierto que cuando un consumidor necesita comprar alimentos, el cerebro entiende únicamente que se necesita comprar, el deseo de conseguir comida establece la idea de conseguir cosas, de ahí que se pueda incrementar el número de artículos no alimentarios que se puedan adquirir a pesar de que no satisfagan el hambre. En otras palabras, los expertos aseguran que la motivación basada en la biología (tener hambre) puede afectar a comportamientos que aparentemente no están relacionados. El mensaje interior “quiero comida” se convierte en un “lo quiero”, sea lo que sea.

Esta conclusión se obtiene a partir de los resultados de varios estudios realizados por los expertos de las citadas universidades, en todos los casos se llega a la misma conclusión, el hambre parece incrementar la probabilidad de que se adquiera cualquier cosa que llame la atención, desde artículos de papelería a una televisión. En dos de los estudios se utilizaron como elementos de seguimiento unos clips para hojas de papel, se seleccionaron dos grupos de estudiantes, unos con hambre (89) y otros sin hambre (63), los investigadores proporcionaron un trozo de pastel a este último grupo. Ninguno de los grupos se sentía influenciado por los clips, no variaba el gusto, las preferencias, etc. Cuando se pidió a los dos grupos que fueran a comprar clips como los que habían visto a un centro comercial, descubrieron que los que tenían hambre compraban hasta un 50% más de clips.

En otro estudio los investigadores encuestaron a 81 personas que salieron de unos grandes almacenes, con el permiso de estas personas, se escaneó la factura del gasto realizado y se les pidió que rellenaran un cuestionario en el que se incluía la pregunta de cuánta hambre tenían. Los resultados mostraron que los clientes de los grandes almacenes que contestaron que tenían hambre habían gastado un 64% más dinero y habían comprado más artículos no alimentarios que los clientes que estaban menos hambrientos. A los investigadores les sorprende la dimensión que tiene el efecto “hambre”, ya que las compras de todo tipo de objetos se disparan.

Pero ocurre lo mismo si vamos a comprar con hambre objetos no alimentarios, libros, ropa, etc., en la mente aparece el mensaje “lo quiero” y el hambre nos juega una mala pasada, ya que terminamos comprando más objetos de los que necesitamos. Aunque pueda parecer contradictorio, ya que una persona que va a comprar un producto en concreto no debería prestar atención a otros artículos, el mensaje “conseguir cosas” que ha provocado el hambre en la mente puede hacer que la persona termine comprando esas cosas que no pensaba adquirir.

Los expertos creen que estas investigaciones pueden tener implicaciones mucho más amplias, explican que si un motivo como el hambre que crea un objetivo final en la mente “comer”, te hace además adquirir otros artículos, es de suponer que pueden producirse efectos indirectos causados por el hambre en otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, si quieres ahorrar dinero, puedes terminar guardando de todo, si se es exigente en un aspecto, con el hambre se puede ser exigente en otros muchos aspectos. Claro, que esto son hipótesis y será necesario seguir investigando y profundizando en el tema.

Los investigadores explican que si quieres realizar compras en su justa medida y no gastar más de la cuenta, lo mejor es salir a comprar sin hambre, de este modo el cerebro no nos jugará una mala pasada. No es extraño que en los centros de distribución, supermercados, etc., utilicen estrategias para despertar el apetito, por ejemplo una degustación de un producto, o la imagen de alimentos que llamen la atención, con ello no sólo lograrán vender más artículos alimentarios, también otros productos. El hambre se puede considerar como otro de los trucos del marketing para vender más. Podéis conocer más detalles de esta curiosa investigación a través de este artículo de la Universidad del Sur de California.

Foto | Kozumell

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