Un impuesto en los productos cárnicos será inevitable

Según FAIRR (Farm Farm Investment Risk and Return), un impuesto en los productos cárnicos será inevitable y probablemente se aplicará a nivel internacional en un plazo de cinco a diez años. FAIRR argumenta que la carne se ha relacionado con muchos problemas de salud y medioambientales, lo que hace que esté en el punto de mira de los gobiernos y sea el próximo producto candidato a recibir un gravamen a escala internacional, como lo sufren productos nocivos como el tabaco, las emisiones de carbono o el azúcar recientemente.

Farm Farm Investment Risk and Return (FAIRR)

Según un informe elaborado por la red de inversores Farm Farm Investment Risk and Return (FAIRR), un impuesto en los productos cárnicos será inevitable y se aplicará en muchos países del mundo. En un mundo en el que prácticamente todos los gobiernos se enfrentan al desafío de equilibrar sus finanzas, y donde los impuestos sobre los productos considerados nocivos o perjudiciales para la salud y el medio ambiente son un medio atractivo para generar ingresos, la carne se encuentra en el punto de mira.

FAIRR es una iniciativa creada en el año 2015 por el ejecutivo financiero Jeremy Coller, que tiene como objetivo poner el bienestar de los animales de granja en la agenda ESG (Ambiental, social y de gobierno), tres factores de importancia en la medición de la sostenibilidad y el impacto ético de una inversión en una empresa o negocio. En este caso y hablando de los animales de granja, FAIRR cree que existe una brecha de conocimiento en la comunidad inversora sobre los riesgos y oportunidades materiales que están relacionados con la cría de animales de granja y las normas deficientes sobre bienestar animal, aunque también trata otros temas que interesan a los inversores.

El crecimiento poblacional ha incrementado el consumo mundial de carne en más de un 500% entre el año 1992 y el año 2016, por otro lado, es probable que se mantenga esta tendencia en los próximos años y especialmente en los mercados emergentes, de hecho, los análisis prevén que sólo en Asia, la producción de carne se incrementará en un 19% hasta el año 2025. Pero satisfacer esta demanda es complicado para la industria ganadera mundial, sobre todo por los problemas sociales, ambientales y de salud con los que se relaciona.

Existen varias evidencias sobre la relación entre el consumo de carne y las emisiones de gases de efecto invernadero, la tasa creciente de obesidad y las enfermedades asociadas, el incremento de la resistencia de las bacterias a los antibióticos, la amenaza a la disponibilidad del agua y su contaminación, la seguridad alimentaria mundial o la degradación y deforestación del suelo. Todo ello hace que la carne se pueda convertir en el próximo producto considerado perjudicial para la salud y el medio ambiente que esté sujeto a gravamen. Se pueden citar ejemplos como el tabaco, las emisiones contaminantes o el azúcar, productos a los que por su carácter nocivo se les aplicó un impuesto.

Los gobiernos prefieren los impuestos a prohibir el consumo, ya que saben que los productos se seguirán consumiendo y con ello obtienen ingresos importantes, la carne será un alimento al que no renunciarán millones de personas y, por tanto, deberán pagar la correspondiente tasa, sobre todo si no es exagerada como debería ser para lograr reducir el consumo. En el informe se plantea la siguiente pregunta: ¿Podría el impuesto en los productos cárnicos ser una forma de reducir los desafíos globales mencionados? Los expertos comentan que el camino hacia los impuestos se inicia cuando existe un consenso global de que una actividad o producto en cuestión daña a la sociedad, posteriormente se realiza una evaluación del coste económico para la población, que a su vez deriva en la creación de impuestos adicionales, todos los productos antes mencionados, tabaco, emisiones contaminantes y azúcar, han seguido estas pautas.

impuesto de la carne

La carne sigue ese camino y terminará creándose un gravamen con el propósito anunciado de reducir su consumo, quienes diseñan las políticas analizan el coste de los problemas de salud causados por la carne, los costes económicos de las enfermedades que atacan a los animales, la resistencia a los antibióticos que genera su producción, su contribución al cambio climático, etc., al poner todo en la balanza, se pasa de los subsidios a los impuestos. Recordemos que el año pasado la Unión Europea manifestó su intención de promover el consumo de carne en Europa, prometiendo 15 millones de euros para ello, además de otros tantos millones para abrir nuevos mercados, estas ayudas terminarán desapareciendo.

La directora de FAIRR comenta que a medida que avance la implementación del acuerdo climático de París, posiblemente veremos acciones gubernamentales con el objetivo de reducir el impacto ambiental del sector ganadero mundial, por lo que siguiendo las pautas, es probable que en un plazo de cinco a diez años se aplique algún tipo de impuesto a la carne. Son muchos los informes que hemos conocido en los últimos años en los que se recomienda reducir el consumo de carne por diversas razones, informes que los gobiernos aprovecharán para introducir el gravamen aunque lo más lógico sería restringir la producción, pero con ello no obtendrían los ingresos esperados para las arcas de los Estados.

Merece la pena recordar que el año pasado, un estudio desarrollado por expertos de la Universidad de Oxford recomendaba aplicar un impuesto del 40% en la carne de vacuno y un 20% en los productos lácteos, dicho sobrecoste provocaría una notable reducción de la venta de estos alimentos, y por tanto, terminaría reduciéndose forzosamente la producción, al menos así lo consideraban los expertos. Para que el impuesto sea efectivo debería ser elevado, en caso contrario, si es relativamente reducido, demostraría que su cometido es puramente recaudatorio.

Los impuestos a la carne ya están en la orden del día en algunos países, recordemos que en Dinamarca se propuso un impuesto climático en la carne de vacuno, considerando los expertos que no se podía dejar en manos de los consumidores la responsabilidad de cambiar los hábitos alimenticios para reducir el impacto que tiene su alimentación en el medio ambiente. El impuesto también ha sido propuesto en Suecia y en Alemania aunque de momento ninguna propuesta ha avanzado, pero los inversores deben tomar nota de los argumentos y especialmente en los países nórdicos, los primeros en introducir el impuesto del carbono.

FAIRR explica que el impuesto sobre la carne no es un riesgo a corto plazo para los inversores, pero hay que tenerlo en cuenta e incluirlo en la agenda, porque irremediablemente se introducirá con el fin de crear un sistema alimentario mundial más sostenible. Claro que, también pueden invertir en otros sistemas que satisfagan a los consumidores de carne y a la vez sean más sostenibles, por ejemplo, con la carne de laboratorio.

A través de FAIRR podréis acceder al resumen del informe que, de momento, sólo está disponible para los miembros inversores de la organización, aunque en enero de 2018 se liberará para darlo a conocer al público en general. Estaremos atentos, ya que seguramente revelará información muy interesante.

1 comentarios

  • santaklaus - diciembre 13, 2017 - 20:27
    #1

    Si. Y del azúcar. Y de las grasas. El caso es poner más impuestos, además del IVA, claro. Y ahora, un poco de pragmatismo: ¿sabeis por qué ponen estos impuestos? Porque les dejamos. Se inventan nuevos impuestos y les seguimos votando. Si les castigamos se les quitará de la cabeza eso de crear y crear impuestos para exprimirnos. Y si alguien ha de solucionar esta tendencia somo s nosotros, los votantes. O les castigamos o nos pisotearán.

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