Nuevas evidencias de la fabricación de queso hace 7.200 años

Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos) ha llevado a cabo una investigación de restos arqueológicos hallados en las localidades de Pokrovnik y Danilo Bitinj, situadas en la Costa Dálmata (Croacia), cuyas conclusiones han arrojado nuevas evidencias de la fabricación de queso hace 7.200 años, lo que supone un retroceso de unos 4.000 años en la elaboración de este y otros alimentos lácteos fermentados.

Los arqueólogos analizaron una serie de objetos cerámicos con una antigüedad de 7.700 años que contenían restos de leche, eso es 500 años antes de que se empezaran a elaborar productos lácteos fermentados. En otros restos descubiertos con una antigüedad de 7.200 años, se encontraron restos de leche y productos fermentados, los expertos apuntan, además, que la forma y estilo de los recipientes cerámicos cambió probablemente por la elaboración de estos nuevos alimentos.

Los investigadores comentan que la producción de queso y otros productos lácteos fue lo suficientemente importante como para que se crearan nuevos recipientes y utensilios de cocina, los restos muestran un evidente cambio cultural. En los artículos de alfarería del Neolítico inicial sólo se encontraban restos de carne, pescado y algunos residuos de leche, en el Neolítico medio se desarrolló otro estilo de alfarería en el que se incluían platos, vasos y cuencos, y donde se han encontrado evidencias de la elaboración de queso.

El análisis del ADN de las poblaciones de este área hace 7.700 años reveló que los adultos eran intolerantes a la lactosa, pero los niños eran capaces de consumir leche sin problemas hasta los 10 años. Los arqueólogos comentan que se empezó a dar leche a los niños porque era una fuente de hidratación relativamente libre de patógenos, algo que no les sorprende. 500 años después y como ya hemos comentado, los restos hallados mostraron un cambio significativo, la presencia de productos lácteos fermentados y el nuevo estilo y forma de los recipientes cerámicos.

Se trata de la evidencia documentada de residuos de lípidos más antigua en relación a los productos lácteos fermentados en la zona del Mediterráneo. Las muestras se analizaron y dataron por radiocarbono utilizando isótopos de carbono, elemento que, además, ha permitido identificar los tipos de grasas y diferenciar entre restos de pescado, carne, leche y productos lácteos fermentados.

Los expertos explican que la industria de los productos lácteos y la leche fermentada podría haber dado paso a la ampliación de zonas dedicadas a la agricultura y la ganadería en el norte de Europa, ya que en esta región se redujo la mortalidad infantil y permitió un destete más temprano, reduciendo el intervalo entre nacimientos y favoreciendo el aumento poblacional. Esta industria proporcionó un modo de almacenar alimentos y además favorecer su consumo en niños y adultos, ya que el proceso de fermentación reduce el contenido en lactosa. Contar con una fuente de alimento con estas características amortiguaría los riesgos del desarrollo de la agricultura en el clima más frío del norte de Europa.

Poco a poco se descubre que muchos alimentos se empezaron a elaborar antes de lo que se creía gracias a los descubrimientos arqueológicos que se han realizado. Por ejemplo, hace unos meses hablábamos de nuevas evidencias en la elaboración del pan, una investigación arqueológica realizada en el Desierto Negro de Jordania determinó que la elaboración de este alimento se inició 5.000 años antes de lo que se creía.

Otra evidencia recientemente descubierta fue en relación a la producción de vino, una excavación arqueológica realizada en la República de Georgia puso al descubierto que el vino se elaboraba mucho antes de lo que se pensaba, alrededor del año 6000 a.C., es decir, en el periodo Neolítico también denominado Edad de Piedra Nueva o Pulida, siendo, en principio, la primera prueba de viticultura, la más antigua que se ha encontrado en el mundo.

Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página web de la Universidad Estatal de Pensilvania, y a través de este otro publicado en la revista científica Plos One.

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